Las revoluciones populares en buena parte de los países de mayoría musulmana han conmocionado al mundo. Recibidas al principio como un soplo de aire fresco en dirección a la democracia, ahora plantean interrogantes y crean preocupación. Esencialmente, la pregunta es: ¿El futuro de esos países y en consecuencia el de la comunidad internacional será más seguro, abierto, democrático que antes? Nadie tiene la respuesta pero sí el temor. Indicios existen que justifican la preocupación.
Hasta el momento, el balance proporciona un panorama desigual. Tres dictaduras han caído —Túnez, Egipto y Libia— Otros países, a fin de evitar previsibles estallidos, han iniciado procesos de reforma en dirección a una mayor apertura. Reforma de la Constitución en Marruecos, anuncio de cambios en Argelia y Jordania, guerra civil en Yemen y represión violenta en Siria, intervención militar saudita en Bahrein ... La primavera árabe está floreciendo pero esas flores están siendo regadas con demasiada sangre, sobre todo si consideramos que nadie conoce, exactamente, hacia donde se encaminan.
En su origen, parece que los levantamientos populares respondían a inquietudes sociales y políticas. El hartazgo popular ante regímenes represivos había llegado a su culmen, pero, ¿podemos pensar que el islamismo radical, altruistamente, ha apoyado e impulsado los intentos de alcanzar una verdadera democracia en los países musulmanes? Ya estamos percibiendo que la respuesta es, claramente, no. Lo que debemos preguntarnos no es si el islamismo radical jugará un papel importante en determinar el futuro de la región, sino cuales son sus intenciones al apoyar las revueltas.
La Hermandad Musulmana es la fuerza viva en las revueltas de Egipto y de Siria. An Nahda ha jugado fuerte en la de Túnez. En Libia, el CNT apuesta por la implantación de la Sharía. Marruecos tiene su Adl wa Al Ihsan apoyando al movimiento 20-F....... En todos los casos, el lenguaje democrático y de unidad nacional sigue imperando. Los islamistas siguen en segundo plano ...... poder si, pero gobierno, no. Por el momento.
En Túnez, el primer ministro en funciones, Beji Caid Esabi, ya ha convocado para el 23 de octubre, la elección de una asamblea constituyente, que dará a luz una nueva constitución, pero solo después de consultar, en primer lugar y de modo preferente, con los islamistas de An Nahda. ¿Tendrá Túnez, con estos antecedentes una constitución islamista? O, por el contrario, ¿Será Túnez la primera de las democracias reales del mundo musulmán? El futuro no está escrito pero, An Nahda ha dado síntomas suficientes de cual es su tendencia.....
El caso de Egipto, en lo coyuntural, es distinto, pero en el fondo se le asemeja bastante. Pronto se celebrarán elecciones legislativas al amparo de las reformas constitucionales del pasado mes de marzo. El indicio preocupante es que tales reformas fueran negociadas previamente, por la Junta Militar, con los Hermanos Musulmanes. El texto constitucional consagra al islam como religión de Estado. Nada diferente a la situación anterior, pero solo en lo formal. La sharía seguirá siendo la principal fuente del derecho. Los llamamientos a la democracia que aclamaron las primeras voces del movimiento de la Plaza de la Liberación quedaron así en el olvido.
Sorprendente sería que el régimen de Gaddafi sobreviviera a la presión actual. Quedará, tras su caída definitiva un proceso de reconstrucción nacional que se presenta muy arduo. El islamismo radical se presentará como único elemento capaz de aglutinar a las tribus, tras tanta sangre y rencores. Ya ha tenido su primer éxito. El presidente del Consejo Nacional Transitorio ha iniciado ya el proceso de contactos para dotar al país de una nueva Constitución en la que la sharia será la fuente principal del derecho.
Al Qaida apoya la primavera árabe. Zawahiri, el sucesor de Osama Bin Laden, nos ha hecho saber su “apoyo a las revueltas de la primavera árabe y espera que se establezca un islam auténtico y gobiernos basados en la ley islámica” ¿Porqué?.
En conclusión, la primavera árabe, fenómeno de invierno, está ya en su verano sin que los resultados sean palpables. Más incógnitas que certezas. Hasta el momento quedan dudas, esperanzas y temores. Habrá que esperar a los nuevos textos constitucionales en ciernes y confiar en los deseos de convivencia de sus poblaciones.
¿Traerá esta revolución la tan ansiada democratización del mundo islámico, o por el contrario su mayor radicalización? En cualquier caso, nada será como antes.
Adderrahim Oudrassi
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